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lunes, 18 de febrero de 2013

4. PARANDO EL MAL COMPORTAMIENTO

Más disciplina¡¡¡¡

La necesidad del control del aula y de la disciplina es lo más aparente cuando el orden se
rompe. Como resultado, mucho se ha escrito sobre la manera de tratar el mal
comportamiento una vez que ocurre. Pero este tema es delicado. Los profesores utilizan
sanciones para el mal comportamiento frecuentemente en sus clases. Las sanciones son la
forma principal por la que las normas de conducta son establecidas. Sin embargo, es erróneo
asumir que el orden de la clase se sostiene mediante castigos, planificaciones impuestas o
entrevistas con los alumnos problemáticos. De hecho, la necesidad de restaurar el orden es
una señal de que los mecanismos que establecen y mantienen el orden no funcionan. Las
acciones tomadas para parar el mal comportamiento o restaurar el orden deben ser vistas
como una parte de un sistema más general del control del aula: no son los orígenes del orden
en el aula. Cuando son mal utilizadas, acciones como éstas pueden realmente contribuir al
desorden. En esta sección serán considerados dos aspectos importantes para abordar el mal
comportamiento: a) Decidir si se interviene; y b) las características de una adecuada
intervención.

Decidir si se interviene.

Un problema crítico para los profesores, especialmente para los profesores novatos, es
conocer si una intervención es necesaria o no. Pocos profesores ven todas las cosas que
ocurren en la clase, y muchos ignoran mucho de lo que ven. De cualquier manera, los
profesores efectivos son capaces de reconocer una situación que probablemente conduzca a
una interrupción grave de una actividad. Existen al menos cuatro aspectos del problema de
seleccionar momentos para intervenir:


1. La situación en sí misma. Algunas situaciones -pelear, tirar objetos metálicos por la
clase, transgedir abiertamente una norma- requieren una respuesta del profesor. Pero
esas situaciones son escasas en la mayoría de las clases. Más a menudo un profesor
debe decidir si una intervención es necesaria de acuerdo a circunstancias inmediatas.
Una regla es socorrida: si todos los alumnos miran con expectación al profesor después
de que un incidente ha ocurrido, entonces hay que actuar.

2. Quién está implicado. Las acciones de algunos alumnos son más disruptivas que las
de otros. La más pequeña provocación de algunos alumnos se contagiará rápidamente
para involucrar a otros. Otros estudiantes tienen un pequeño efecto en el resto del
grupo. Los profesores tratan a los alumnos de forma distinta porque las consecuencias
de sus acciones son distintas.



3. El momento en que la acción ocurre. La misma acción en distintas ocasiones es
manejada de forma distinta. Si una intervención es necesaria depende de la naturaleza
de la actividad que se desarrolle. Algunas actividades requieren que los alumnos se
muevan alrededor de la clase y hablen con otros. Otras actividades requieren que ellos
estén sentados y tranquilos o que hablen por turnos. Las acciones cometidas por
alumnos en lecturas o recitaciones, en contraste con el trabajo en el pupitre o en
pequeños grupos, son más públicas y tienen mayores consecuencias para el control del
aula. De esta forma, las reprimendas y castigos en actividades que implican a toda la
clase son normalmente más frecuentes que en las individuales.

4. Las prioridades del momento. Si un profesor tiene dificultades en que una actividad
comience, a menudo es más beneficioso hablar públicamente sobre la materia que
sobre el mal comportamiento. Esto es especialmente cierto al comienzo del curso o
cuando un profesor está trabajando con un grupo poco cooperativo. En tales
situaciones un profesor puede ignorar las infracciones menores para concentrarse o
guiar la actividad hasta que recupere el control de la conducta en el aula.

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