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lunes, 25 de febrero de 2013

ARTE, LITERATURA Y TERAPÍA


ARTE, LITERATURA Y TERAPIA.
El fin del arte no es volverse terapia. Al contrario, la curación es apenas el punto de partida del arte.
El problema es que ayer conquistadores españoles acusaban a indígenas de lo que hoy intelectuales presumen de sí mismos: no tener psique.
Muchos creadores dicen despreciar la psicología. Lejos estamos del llamado de Sócrates a entrar en nosotros mismos.
Si pedimos al artista, intérprete o autor crecer como humano antes de esparcir su obra, grita.
Fue Blake quien imaginó un Poeta libre de malestar.
Para Blake, salud significa recobrar energía, para que emane un arte concebido como “Alabanza”.
Debido a la insensatez no ha llegado la hora de la profecía de Blake. El arte moderno depende de déficit y caretas de carencias: ironía, indecisión, cinismo, egolatría, amargura, machismo, adicción, odio al mundo.
Nietzsche —autodefinido como psicólogo— prescribió que el filósofo debía transformarse en médico. Y precisamente definía al artista como el hombre libre de resentimiento; por ende, creador de nuevas formas de vida.
Escribir sin resentimiento, otro salto que no da el escritor esclavo.
El proyecto de un pensamiento, literatura y arte libres de neurosis ha tenido múltiples impulsores. Henry Miller determinaba que sólo la escritura sin emociones negativas podía romper realmente con las estructuras que lo mismo limitan al texto, sexo y nexo.
Por eso Miller ubicaba a Krishnamurti como un modelo a seguir por los intelectuales de nuestro tiempo.
Y es que si uno pone a Krishnamurti junto Borges —el más grande literato— de verdad darían ganas de que Borges se sentara en el piso y se dejara ayudar por Krishnamurti.
Muchos escritores tienen tantos miedos que incluso temen dejar de ser escritores si llegasen a sanar. La enfermedad es su seguridad.
Fueron los románticos quienes defendieron la enfermedad como sinónimo de arte y fueron los posmodernos quienes solicitaron que la psique quedará fuera de toda discusión intelectual.
Veamos a nuestros autores, actores o artistas, ¡tan llenos de temor, fantasías y miserias como el menos ilustrado o el más mezquino de los seres humanos! ¿Y ese adolescente es quien pretende forjar las imágenes que la sociedad debe comprender, atesorar, difundir o engrandecer? ¿Es un pobre diablo —o un Cristo cuadripléjico— quien pretende llamarse artista, poeta, filósofo o crítico?
La siguiente ruptura con la poética y modos de representación —la siguiente vanguardia, contracultura o como ustedes quieran llamarle— no será estética sino ética.
Será una crítica no contra los objetos artísticos sino contra los sujetos que ahora hacen el arte.
No busquemos ya cómo hacer cosas —mera estulticia— sino cómo hacer hacedores.
En el futuro, el arte tendrá como meta fabricar futuro.
El hombre es la más grande obra de arte que el hombre todavía no ha realizado.

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