Haz un poco de memoria, y recuerda tus años de estudio en
la primaria, la secundaria, la preparatoria o inclusive los estudios de nivel
superior. Quizás vienen a tí los recuerdos de una infancia juguetona en la que
no parabas de correr detrás de tus compañeros mientras jugabas a “la roña”, otras
veces sólo necesitabas sentarte al lado de tu maestra (o) durante el receso
para sentirte acompañado; ya en la adolescencia no te bastaba molestar a tu
compañero de al lado sino que te parabas e ibas al extremo del salón para
picarle la costilla a tu amigo; mientras cursabas la preparatoria tus
preocupaciones aumentaban, entre ellas se contaba el tomar la decisión acerca
de la profesión u oficio que desempeñarías en un futuro no muy lejano;
probablemente tus estudios de nivel superior propiciaron una actitud de
compromiso y trabajo para todo lo que realizas (al menos es lo que debiera
suceder), o en definitiva te confirmas en el camino incorrecto y deseas
reorganizar ciertas decisiones que tomaste hace un par de años (si te
encuentras en este punto, no desistas, cambia lo que necesario).
Muy bueno el repaso de estos años ¿no crees? Ahora te
aseguro que algo olvidamos de recordar ¿Qué hacía el resto de las personas a tu
alrededor mientras tú cursabas los años de estudio que te mencioné? Seguro que
no exactamente lo mismo que tú, tal vez en ocasiones sí hicieron algo similar a
lo tuyo, pero casi puedo apostar a que no con las mismas ganas, esfuerzo,
dedicación, posibilidades, etc.
Precisamente lo que acabo mencionar te hará dar cuenta de
que no todas las personas somos iguales. Algo así como el dicho “Todo depende
del cristal con que se mire”, en efecto hay tantas opiniones de un tema como
personas que lo analizan. Deseo que en las posteriores ocasiones detengas un
momento y observes cuan diferente pueden ser las personas que te rodean.
En una ocasión, una de mis alumnas de primer grado de
secundaria causó en mí una impresión de extrañeza y desaprobación, pero a la
vez de reflexión. Apliqué un cuestionario a toda la clase y una de las
preguntas decía así: ¿Imaginas que en tu grupo todos fueran idénticos? La
respuesta no se hizo esperar, y en voz alta ella respondió –No, maestro. Todos aquí en el salón son feos, yo soy la única bella.
Además están bien tarados - .
Sólo atiné a hacerle ver que en algo estaba ella
equivocada. La respuesta había sido un poco hiriente para algunos compañeros,
pero la veracidad recaía en el hecho de que un grupo con 30 alumnas como ella,
sería bastante complicado. Inmediato el salón se convirtió en un espacio de
discusión y aclaraciones. Eso sí, todos acordaron que un grupo con personas
idénticas sería algo fatal.
Y es que imaginar un grupo en el que todos son
exactamente igual (aunque parezca bueno, no lo es) está lejos de ser una opción
en las escuelas de México, no se diga del mundo entero.
Por darte algunos ejemplos, piensa en el tono de piel de
tus compañeros de secundaria, el color de ojos de los mismos, el tipo de música
que gustaban escuchar, las materias que amaban u odiaban, su deporte favorito,
etc. Puede haber coincidencias en algunos aspectos, pero no todos fueron
iguales. A eso se llama hoy en día, diversidad.
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