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viernes, 8 de marzo de 2013

El alcohol al conducir





Los accidentes de tránsito representan un grave problema de salud pública y son motivo de preocupación de las autoridades sanitarias de todo el mundo.

En efecto la falta de educación vial tanto del conductor como del peatón, la inobservancia de las reglas de tránsito, el exceso de velocidad y el consumo exagerado de bebidas alcohólicas por conductores y peatones hechos a veces en forma desaprensiva y otras con total ignorancia del riesgo que ello implica. Son las causales más frecuentes de la gran cantidad de casos que se registran en todo el mundo.

Los accidentes de tránsito causan más muerte de jóvenes que los homicidios y suicidios. En estas situaciones, el alcoholismo es la mayor causa de muerte entre los 18 y los 30 años, representando el 32,5% mientras que el 14,8% de las víctimas tiene menos de 17 años.

Sin embargo, la ebriedad no es lo peor. Lo peligroso aparece cuando una persona ha consumido suficiente alcohol para pensar que se encuentra bien, aunque en realidad no sepa bien qué está pasando a su alrededor: es, por ejemplo, cuando alguien cree que está en capacidad de conducir un vehículo o de jugar con un arma. Las estadísticas demuestran claramente la incidencia que tienen las bebidas alcohólicas -cuando son consumidas en exceso- en los accidentes de tránsito o de otro tipo. Además, la relación entre alcohol y enfermedades de transmisión sexual es innegable, pues una persona alcoholizada pierde las inhibiciones y el sentido de la realidad y es capaz de llevar a efecto acciones que de otra manera nunca ejecutaría.

Muchos han sido los intentos ensayados para disminuir y controlar el consumo de alcohol entre los jóvenes, sin demasiado éxito hasta el momento. Normas que prohíben el expendio de bebidas alcohólicas a menores de 18 años o en espectáculos deportivos o en estaciones de servicio son algunas de las disposiciones que se han transformado en letra muerta no sólo porque casi nadie las acata sino, lo que es peor aún, porque nadie las hace cumplir.

Vivimos en una sociedad en la que sobran las excusas para beber. El trabajo educativo tendrá que contribuir a fortalecer la autoestima de los adolescentes y a que comprendan los efectos reales del alcohol y los peligros a que se exponen. Es necesario desechar la comodidad que lleva a no enfrentar el tema con decisión y a dejar las cosas como si se tratara de "travesuras juveniles", cuando en realidad está de por medio, en muchos casos, la vida de los adolescentes.



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