La afectividad es un ámbito íntimamente relacionado con el
desarrollo sexual en la adolescencia. No corresponde en este punto desarrollar
las principales aportaciones en el campo del desarrollo afectivo.
Remitimos a
la sección de este volumen que se dedica a ello. En este punto tan sólo
pretendemos plasmar la fuerte vinculación entre el modo en que se viven las
manifestaciones del proceso de sexuación y los afectos asociados a éste.
En este sentido y tal y como indican López y Fuertes (1989),
podemos hacer la siguiente clasificación de los afectos relacionados con la
sexualidad:
a) Afectos sexual-afectivos: Deseo-placer, atracción,
enamoramiento, experiencia amorosa, inhibición, rechazo, dolor, culpa sexual,
etc.
b) Afectos socio-afectivos: Empatia, apego, amistad,
hostilidad, ira, etc.
Si consideramos que los afectos pueden ser considerados como
indicadores de necesidades básicas, en el terreno de las dimensiones afectiva y
sexual deben ser reconocidas esencialmente dos: La necesidad de satisfacción
sexual, y la necesidad de seguridad emocional. Desde nuestro punto de vista, la
primera se refiere al deseo sexual y la segunda al apego.
En el acerbo popular ambas realidades se funden y se
confunden, pero en el campo científico es necesario diferenciarlas. Se trata de
realidades diferentes que pueden ir unidas, aunque no necesariamente.
Por un lado, Hazan y Shaver (1987) conceptualizan el amor
romántico como un proceso de apego, es decir la adopción de la persona amada
como figura de apego, que se constituye en base de seguridad y puerto de
refugio. El enamoramiento puede ser interpretado como una fuerza adicional que
impulsa al individuo hacia la persona amada cuyo fin es garantizar la
vinculación. Por ello el enamoramiento es un estado con una duración
determinada y el amor es un sentimiento estable.
Por otro lado, el deseo sexual sin embargo es la búsqueda de
satisfacción sexual tal y como ya hemos desarrollado en puntos anteriores.
El origen de ambas dimensiones se haya en la supervivencia
de la especie y por tanto están preprogramadas. El deseo sexual en relación a
la reproducción y el amor en cuanto a los sistemas de vinculación entre las
crías y los progenitores. En términos psicológicos el deseo sexual y el amor
romántico son dos dimensiones diferentes (Hatfield y Rapson,1987), se pueden
expresar de manera independiente a lo largo de los diferentes momentos vitales,
aunque todo parece indicar que el deseo sexual y el amor romántico generalmente
se funden en una misma persona, de hecho las teorías del amor contemplan la
pasión, en tanto que atracción erótica, como un componente principal.
Finalmente, cuando en la adolescencia el deseo sexual se
proyecta hacia otra persona, la interacción sexual esta mediatizada por el
modelo interno (internal working model). Si consideramos que el modelo interno
es la interiorización del modelo de sí mismo y del de los demás, la experiencia
sexual estará claramente mediada por el grado de autoestima personal, y por la
confiabilidad en los otros. Podríamos así predecir que aquellas personas que
desarrollen un estilo de apego seguro, las relaciones sexuales serán más
satisfactorias y menos conflictivas, puesto que éstas poseerán un mayor grado
de autoestima, mayor seguridad en la relación, mayor capacidad de empatía y
menor miedo a la pérdida o abandono. Las personas inseguras, tanto
ansioso-ambivalentes como evitativos, aunque expresado de modo diferente, la
probabilidad de tener en la adolescencia un acceso dificultoso a la experiencia
sexual será mayor por motivos inversos a las personas seguras. En cualquier
caso la relación entre el comportamiento sexual y los afectos asociados abre
importantes vías para la investigación.
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