Hoy en día es muy común escuchar en
boca de los adolescentes expresiones como “no me dan ganas de leer, prefiero
mirar T. V., ir a internet”, “los libros que me dan en la escuela me aburren y
no me interesan”.
Si observamos a un alumno en su hora de
lectura es posible que comprobemos que no puede concentrarse, se distrae, busca
otro elemento, duerme, anota algo en un papel, pregunta por la “prueba” del día
siguiente, etc.
Otro alumno puede ser que lea y no
moleste, pero después cuando se lo interroga no revela haber entendido. Incluso
es muy común que alguno no recuerde lo que acaba de leer. Sucede también que
mientras “leen”, están imaginando y soñando otras cosas.
Leer es dialogar, sintonizar con
pensamientos de otros, es comunicarnos con los demás y con espacios, tiempos y
lugares diferentes. Al leer se desarrolla nuestra sensibilidad y nuestro
sentimiento lírico que hace más bella la vida. Leer es poder soñar, volar con
la imaginación, viajar con el pensamiento, divertirnos, entretenernos, es tomar
contacto con la realidad y adquirir herramientas para transformarla, es
construir futuros a partir de imaginarlos.
A partir de esto vale la pena
preguntarnos ¿cuáles son las causas que hacen que los adolescentes pierdan el
interés por los libros? o mejor dicho ¿por qué los chicos no leen?
Podemos
decir que este desinterés por la lectura obedece a dos factores: uno es el
económico-familiar y el otro está relacionado con los medios masivos de
comunicación.
Cuando
nos referimos a esta problemática, encontramos numerosos y muy diversos motivos
que permiten explicarla y justificarla.
En
primer lugar se presenta el factor económico: se considera la situación de
padres que deben comprar una docena de libros para cada hijo en edad escolar, y
el alto costo de muchos textos universitarios.
Es
importante que notemos que muchas veces los libros comprados quedan casi sin
uso.
La
multiplicación de planes de estudio y asignaturas hizo que no siempre se
encontrarán textos adaptados a las nuevas materias.
En cualquiera de los dos casos
anteriores, es bastante cómodo que se fabrique un repertorio bibliográfico
sobre la base de fotocopias sacadas de libros diversos. Es por ello que la
fotocopia ocupa el espacio vacante.
Pedagógicamente, el desorden que
conlleva la fotocopia no carece de consecuencia. La memoria visual del texto,
de lo leído organizadamente remite al contenido. Al interrogar al alumno, éste
no puede citar, ni entender, pues si no sabe quién lo dice y en qué contexto,
no lo sabe.
El problema estético, la fealdad de la
fotocopia, no es menor, pues contribuye sin duda al desinterés y preocupación
del alumno por su contenido. Es un elemento más para desmotivar a nuestras ya
castigadas jóvenes generaciones.
En
años recientes, el hábito de la lectura en la familia se ha descuidado
gravemente. Por una parte, porque se cree que la escuela es la única que debe
encargarse de la educación y del fomento de este hábito y por otra, debido a la
crisis económica y social que atravesamos, los padres no tienen tiempo, en
muchos casos, para ocuparse de sus hijos y también escasos momentos para
sentarse a leer con ellos.
El
ejercicio de la lectura es una actividad que se puede desarrollar durante el
tiempo libre, siempre y cuando, el individio esté rodeado de un entorno social
favorable y esto requiere del apoyo de los padres a través del ejemplo.
En
este sentido es muy importante la presencia del libro en casa así como la
imagen del adulto leyendo frente al niño.
Otro factor importante a considerar es la permanencia de los
adolescente frente al televisor. Aunque las historias televisivas son muy
pobres en vocabulario, son ricas en ritmo visual, lo cual permite ver a los
chicos sentados durante varias horas frente a la pantalla sin que, al parecer,
se sature su capacidad de atención. En la experiencia docente podemos registrar
que no pasa lo mismo cuando los jóvenes se sientan frente a un libro. Desde el
punto de vista psicoanalítico, se considera que frente a la palabra sin
imágenes, el lector queda expuesto a su propia fantasía interna y probablemente
eso cause mucho temor, de ahí el aburrimiento o la resistencia a leer.
También
podemos decir que el libro está siendo olvidado, debido a que los medios de
comunicación, la informática, atraen con mayor eficacia el interés y la
atención de los niños. Es decir la TV, nintendo, internet, entre otros, son los
que ocupan buena parte del tiempo de los adolescentes.
Hacer de esta práctica o de la
narración un disparador de actividades de expresión es una forma de contribuir
al desarrollo del placer de leer y de imaginar. Asimismo vincular la lectura al
juego, está comprobado que da buenos resultados.
Es primordial que la lectura no sea
asociada con un trabajo al cual, inevitablemente, siguen otros de ejercitación
gramatical. Se trata de leer y de expresar placenteramente, por eso sería
interesante pensar en actividades expresivas para realizar después de la
lectura. Se puede, por ejemplo, recrear una historia con títeres, dramatizar
una obra de teatro, etc.
Es importante también, que los chicos
vivencien que en los libros hay cosas interesantes. Y para ello, “mejor que
decir es hacer”, dice el refrán.
Si los padres y los familiares que
están cerca y también los maestros son lectores, es muy probable que el niño
también lo sea.
También puede contribuir a despertar el
interés por los libros en los adolescentes actividades extraescolares como una
visita a una feria del libro, a una librería. Asimismo que los adolescentes
concurran a la presentación de un libro, a un taller literario, a la
organización de una biblioteca.
Para concluir consideramos que sería
muy frucrtífero que desde nuestra postura de educadores, presentemos a los
jóvenes una variedad de lecturas que conformen un abanico de posibilidades, de
modo que cada uno haga su elección, teniendo en cuenta, sus propias
inclinaciones, sin que la lectura se transforme en una imposición o en algo a realizar
obligatoriamente, lo cual produce el rechazo al cual nos referimos en este
ensayo.
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