Teorías humanistas
Se
denomina psicología humanista a una corriente dentro de la psicología, que nace
como parte de un movimiento cultural más general surgido en Estados Unidos en
la década de los 60's y que involucra planteamientos en ámbitos como la política,
las artes y el movimiento social denominado Contracultura.
La
psicología humanista es una escuela que pone de relieve la experiencia no
verbal y los estados alterados de conciencia como medio de realizar nuestro
pleno potencial humano.
Surgió
como reacción al conductismo y al psicoanálisis, dos teorías con planteamientos
opuestos en muchos sentidos pero que predominaban en ese momento. Pretende la
consideración global de la persona y la acentuación en sus aspectos
existenciales (la libertad, el conocimiento, la responsabilidad, la
historicidad), criticando a una psicología que, hasta entonces, se había
inscrito exclusivamente como una ciencia natural, intentando reducir al ser
humano a variables cuantificables, o que, en el caso del psicoanálisis, se
había centrado en los aspectos negativos y patológicos de las personas.
Por
esto, uno de los teóricos humanistas más importantes de la época, Abraham
Maslow, denominó a este movimiento La Tercera Fuerza para mostrar lo que se
proponía con esta corriente: integrar las formas (aparentemente opuestas) en
que se expresaba el quehacer psicológico de la época (conductismo y
psicoanálisis).
Carl Rogers (1902-1987) es uno de los
autores más conocidos del movimiento humanista. Su método terapéutico, la terapia
centrada en el cliente, o terapia no directiva, parte de la hipótesis central
de que el individuo posee en sí mismo medios para la auto comprensión y para el
cambio del concepto de sí mismo, de las actitudes y del comportamiento auto
dirigido. El terapeuta debe proporcionar un clima de actitudes psicológicas
favorables para que el paciente pueda explotar dichos medios. Dos rasgos
principales de la terapia centrada en el cliente:
La confianza radical en la
persona del cliente (paciente).
El rechazo al papel
directivo del terapeuta.
Para Rogers el ser humano nace con una
tendencia realizadora que, si la infancia no la estropea, puede dar como
resultado una persona plena: abierta a nuevas experiencias, reflexiva,
espontánea y que valora a otros y a sí mismo. La persona inadaptada tendría
rasgo opuestos: cerrada, rígida y despreciativa de sí mismo y de los demás.
Rogers insiste en la importancia que tienen
las actitudes y cualidades del terapeuta para el buen resultado de la terapia:
las tres principales son la empatía, la autenticidad y la congruencia.
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