La piedad Mich, a 12 de
Octubre del 2012.
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Este libro segmentado en dos partes
comienza con el relato del autor sobre su experiencia personal en los campos de
concentración creados por los nazis y las consecuencias que esta realidad
marcada por el desastre y la humillación tuvo tras haber conseguido la
liberación y termina con el desarrollo de conceptos básicos de la logoterapia,
una técnica psiquiátrica centrada en la llamada “voluntad de sentido” y apoyada
en el análisis existencial que busca ayudar al ser humano a recuperar el
sentido de su vida y a soportar cualquier dificultad que aparezca en nuestro
camino. Frankl, plasma su propio sufrimiento con el objetivo de ayudar a otros
a vencer los obstáculos con dignidad y esperanza, y demostrarles, de esta
forma, que la vida merece ser vivida más allá de las circunstancias. De esta
manera, el autor revela como a través de haberle encontrado un sentido a su
vida, pudo sobrevivir en ese ambiente donde pasó hambre, frío y fue victima de
un sinfín de atrocidades cometidas por los guardias nazis. Frankl, sostiene que
esa incapacidad de descubrir el sentido de nuestra existencia es la que lleva
al hombre a perder el equilibrio interior y, por lo tanto, a la desesperación.
INFORME DEL PRISIONERO No. 119104
Internamiento en el campo.
Shock, horror, ilusión
del indulto; abandonarse sin resistencia al curso de los acontecimientos,
borrar de la consciencia toda la vida anterior (la existencia desnuda), un
variante frío y macabro de la curiosidad, perdías el miedo a la muerte, ante una situación anormal, la
reacción anormal constituye una conducta normal.
Los contornos de un
inmenso campo y sus harapientas figuras humanas, de cuando en cuando se
escuchaban voces aisladas, me estremecí de horror, paso a paso deberíamos
acostumbrarnos a aquella terrible atrocidad. Las portezuelas se abrieron y
fuimos recibidos por los típicos hombres que vestían a rayas y hablaban en
todas las lenguas europeas, tiene un aspecto, quizá pueda yo llegar un día a
ser uno de ellos, pensamos que aquello no sería tan cruel, “Auchwitz” seguramente era un lugar insólito en aquella
Europa de los últimos años de la guerra.
Mientras esperábamos el traslado a otros campos más pequeños, un trozo
de pan fue nuestro alimento durante cuatro días.
Se formaron dos filas,
una de hombres y una de mujeres para desfilar ante un oficial de la SS de alta
graduación, contrastaba perfectamente alto, delgado y vestido perfectamente con
nuestro aspecto sucio y mugriento
después de semejante viaje. Su dedo decía
si izquierda o derecha, me tocó derecha, lo cual significaba trabajos forzados,
la izquierda estaba destinada para los enfermos, los cuales llevarían a campos
especiales y el señalamiento del dedo era la primera selección, los de la
izquierda pasaron directamente al crematorio, era la verdad en toda su crudeza.
Aparecieron los hombres de la SS y extendieron sobre el suelo unas mantas para
que depositáramos todos los objetos de valor, relojes y joyas, nos introdujeron
a empujones en la antesala de los baños, dando órdenes de que en dos minutos
deberíamos desnudarnos por completo, con voz ronca y decidida. Empiezo a
contar: ¡ya!
Escuchamos los
restallidos del látigo, los chasquidos de las largas correas de cuero, nos
afeitaron dejando nuestros cuerpos sin un solo pelo. Estábamos ansiosos por
descubrir lo que sucedería después de cada acontecimiento y las consecuencias
que nos acarrearía, permanecíamos anclados en la primera fase de nuestras
reacciones psicológicas, un amigo nos decía que para lograr la supervivencia
era necesario afeitarse diario ya que pareceríamos mas jóvenes, y, esto
aumentaba la capacidad de trabajo.
La vida en el campo
Las ideas sueltas
rescatadas de esta parte del relato siguen una clara evolución, comenzando por
la mutilación del sentir que se va convirtiendo poco a poco en un aprender a
vivir…
Plomiza apatía, anestesia emocional, vaga sensación de que a
uno ya no le importa nunca nada, humillación e indignación provocadas por la
injusticia, todos los esfuerzos se concentraban en una única tarea: conservar
nuestra vida y la vida de los camaradas amigos, cuando los prisioneros sentían
inquietudes religiosas, éstas brotaban de lo más íntimo y sincero que cabe
imaginar; intensificación, vida interior, un extraño sentido del humor, dominar
el arte de vivir, el corazón endurecido, juguete del destino, íntima paz,
libertad interior, el sentimiento que se convierte en sufrimiento, deja de
serlo cuando nos formamos una idea clara y precisa del mismo. Aquel que tiene
un porqué vivir, puede soportar casi cualquier cómo, en realidad no importa que
no esperemos nada de la vida, sino que la vida espere algo de nosotros, todo lo
que no acaba conmigo me hace más fuerte.
Un día mientras hacía mis
labores me recargue sobre una pala, y el guardia lejos de usar su látigo o sus
insultos, me lanzó una piedra, como se hace con los animales y eso se grabó en
mi corazón de manera imborrable. Mi amigo, con su cojera se tambaleaba sobre la
vía portando una traviesa especialmente pesada; daba la impresión de caerse en
un próximo paso y de arrastrar a los demás con él, se acercó un guardián de
rechonchas mejillas, me fijé, con envidia, en sus cálidos guantes, mientras
nosotros trabajábamos con las manos desnudas bajo aquel frío inmenso, a mi lado
se levantó un escuálido montón de arena, señal de lo poco que había cavado, por
lo cual presentí un desenlace inminente y desagradable. No todo el mundo era
igual, afortunadamente el capo de mi
compañía me apreciaba bastante, agradecido me sentía de mi nombramiento como
médico privado de su señoría, lo cual traía consigo otro beneficio, al momento
de la sopa el éste metía el cacillo para pillar un poco de habichuelas. Los
sueños de los prisioneros se reducían a pan, pasteles, cigarros y baños de agua
templada, aunque en una ocasión un compañero me despertó con sus gemidos por
una angustiosa pesadilla, en ese momento lo quise despertar pero quité mi mano
pues ningún sueño por muy horrible que fuese, prdría ser peor que nuestra
actual realidad. Cuando los prisioneros se sentían vigilados surgían pláticas
sobre comida que sobre la marcha intercambiarían y prepararían un suculento
menú, para el día en que , liberados se reúnan en alguna de sus casas, en la
última época de nuestro cautiverio, la dieta se redujo a una única ración de
sopa aguada y un minúsculo pedazo de pan. La hambruna y los efectos del shock
inicial parecen ser las únicas causas que den razón de un fenómeno observado en
el campo y ciertamente llamativo para un psicólogo; la perversión sexual era
mínima.
Cualquier hombre, en toda
existencia, se verá cara a cara con su destino y siempre tendrá la oportunidad
de conquistar algún valor por vía del sufrimiento, por vía de su propio
destino. Considerar nuestra existencia provisional como algo irreal para que la
vida se les fuese entre las manos a los prisioneros, porque todo se revestía
como carente de sentido, con la quiebra de la confianza en el futuro faltaban,
asimismo, las fuerzas del asidero espiritual, el prisionero se abandonaba y
decaía, se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental.
Cuando un hombre descubre
que su destino es sufrir, ha de aceptar ese sufrimiento, porque ese sufrimiento
se convierte en su única y peculiar tarea. Mientras mis camaradas yacían
inmóviles. Llegamos a la tercer fase de las reacciones psíquicas del
prisionero: la psicología de la liberación.
Después de la liberación
por fin se izó la
bandera… nos volvimos locos de alegría, sentimos dolor en las piernas que
amenazaban con doblarse, su verdad se resistía a entrar en nuestra mente. El
primer destello de alegría se produjo cuando divisamos un gallo con su cola de
plumas multicolores, habíamos perdido la capacidad de alegrarnos y lentamente
teníamos que volver a aprenderla. Todo parecía irreal misterioso como un sueño.
Cierto día, poco después de la liberación, paseaba por una campiña florida,
caminando hacia un pueblo cercano, me detuve, miré a mi alrededor, después fijé
la mirada al cielo, y finalmente caí de rodillas. Una persona sometida a una
cierta tensión psicológica tan tremenda y durante tanto tiempo, corre un cierto
peligro en el momento de la liberación, especialmente si esta se produce de
forma brusca. Además de la deformidad moral, consecuencia del cese repentino de
la tensión psicológica, otras dos experiencias amenazan con dañar la
personalidad del hombre liberado: la amargura y el desencanto, la desilusión
que sufría al retornar a su vida anterior.
Después de la liberación,
algunos se encontraron con que ya nadie les esperaba. Transcurrió el tiempo,
para todos y cada uno de los prisioneros
llegó el día en que, al volver la vista atrás, hacia aquella espeluznante experiencia
del campo de concentración, les resultaba imposible comprender como fueron
capaces de soportarlo.
“ET LUX IN TENEBRIS LUCET”
A partir de este momento,
por medio de este conmovedor testimonio, me quedo con la verdadera intención
del texto, porque en lo personal no es la historia, sino el mensaje de
esperanza, de fortaleza y aprendizaje que deja como huella grabada en el baúl
de mi cabeza. Viktor Frankl por medio de la narración de experiencias y
vivencias propias, pudo expresar los sentimientos que nacieron por la
observación de otros cautivos en el campo de concentración.
“y la luz también brilla en las tinieblas”
El ítulo de mi conclusión,
no se si en realidad necesite quinientas palabras para expresar el significado
de lo que decidí sería mi frase para cerrar este capítulo que algún día volveré
sin duda a abrir para continuar recibiendo aprendizaje, un nuevo libro que me
cautivó, un libro que cada vez que abra alguna de sus páginas me regalará algo
nuevo y diferente según la circunstancia en la que me encuentre.
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