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jueves, 7 de marzo de 2013

¿SOMOS LIBRES?


Hoy gozamos de una libertad civil sin precedentes. Podemos elegir la profesión que queramos, vivir en el país que escojamos y en términos generales, creer en lo que queramos, ya sea que se trate de religión o de política. Podemos tener hijos o no, hacer familia o no, vivir solos o no.

Con recursos económicos suficientes para llevar un nivel de vida digno, somos libres de elegir la vida que queremos.

Pero hay otro tipo de libertad, la PSICOLÓGICA, que mucho se nos escapa.

Hoy nos sentimos oprimidos por nuestras ansiedades, por los deseos insatisfechos, por las dependencias al alcohol, drogas, comida, relaciones, medicamentos y un tenebroso etcétera.

Cuesta mucho trabajo encontrar la capacidad para autorregularnos y para tomar decisiones en un mundo lleno de alternativas y novedades.

 El ejercicio de la libertad es una conquista, un aprendizaje.

Nos gusta pensar que somos libres, que todo depende de nosotros, que elegimos de manera autónoma. Pero aunque es lindo creerse libre, es mejor ser realista y entender todas las fuerzas que operan dentro y fuera de nosotros cuando tomamos una decisión y elegimos un camino renunciando a otro.

Por ejemplo, la psicología evolutiva nos dice que nuestra mente es mucho menos uniforme de lo que pensamos y que en realidad la mente es un conjunto de rutinas adaptativas para resolver problemas específicos.

No hay tal cosa como el personaje mente, por tanto, es mucho más difícil de conocer.
 
La mente tampoco es transparente. Ya Freud nos dijo que parte de lo que pasa en ella está oculto para nosotros

Hay algunos experimentos desoladores que han probado que tenemos una tendencia a obedecer órdenes, independientemente de si son inmorales o no (Milgrams 1963). También que la presión social nos vuelve cobardes y que nuestras acciones y creencias (e incluso nuestra percepción) se ven modificadas con tal de encajar con el grupo. Y lo hacemos por miedo al rechazo, a la discriminación y a equivocarnos.

Hoy sabemos también que tenemos una resistencia cognoscitiva a aceptar aquello que contradiga nuestras verdades. 

No somos naturalmente amantes de la ciencia. Buscamos evidencias que apoyen nuestras creencias y descartamos aquellas que las contradicen.
Dice el gran Robert Wright que nuestro cerebro es una máquina para ganar discusiones, que busca la victoria, no la verdad.


Estas son algunas de las fuerzas internas y externas que nos quitan la libertad para elegir.

  • Lo primero es ser concientes de ellas.
  • Lo segundo, desactivarlas.


La presión social es algo que solo podemos manejar en lo individual. Generalmente no es importante lo que se perdería si nos oponemos a la mayoría, así que la sensación de atrapamiento y de miedo al rechazo, es una exageración casi delirante.

Nuestra tendencia a desear más y  a sentirnos insatisfechos con nuestros logros, puede ser matizada si somos capaces de hacer altos en el camino, para agradecer todas las cosas buenas que hemos logrado. Solo si somos capaces de bajar el ritmo frenético del vivir seremos capaces de apreciar el azul del cielo, la delicia de comerse un mango o de oler unas flores.  Cultivar la gratitud es otro antídoto frente a lo efímero del placer. Si somos agradecidos con quien nos ama, quizá nos sintamos menos ansiosos en la búsqueda de novedad.

Y, abandonar nuestra absurda necesidad de tener la razón, podría ayudarnos a transitar más amablemente por este mundo. Muchos conflictos y confrontaciones son totalmente innecesarias y solo desgastan las relaciones. Quizá sea mejor amar a los otros y no a nuestras certezas, falibles y temporales.

No se nace con la capacidad de elegir libremente. Se cultiva.

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