A lo largo del periodo intrauterino se desarrolla el proceso
de dimorfismo sexual que culmina al final del embarazo con la diferenciación
hipotalámico-hipofisaria. El gonostato queda diferenciado y latente hasta que
el reloj biológico lo dispara en el momento de la pubertad. El cuerpo adquiere
su naturaleza dimórfica con la aparición de los caracteres sexuales secundarios
como resultado de la acción de las gonadotropinas en la maduración de las
gónadas, las cuales aportan al caudal sanguíneo las hormonas responsables de
los cambios.
Este evento puberal obliga a una restructuración de la
identidad sexual en la medida en que el cuerpo es su pilar esencial. Por un
lado los cambios físicos exigen, desde un punto de vista intrapsíquico, una
redefinición de la identidad en función de la nueva imagen y de las nuevas
funciones adquiridas. Por otro, la nueva imagen es puesta en relación con el
medio social y generalmente comparada con los estereotipos de belleza.
La diferenciación sexual es, como hemos indicado, un proceso
de desdoblamiento en dos formas a partir de momentos indiferenciados, homólogos
para ambos sexos. Desde la propia biología podemos afirmar que cada persona es
el resultado de su propio proyecto genético, por lo tanto, dentro de cada sexo
existen una gran diversidad de morfologías que van desde las físicamente más
ambiguas hasta las más estereotipadas. La imagen corporal debe ser integrada en
la redefinición de la identidad que se produce en este momento. Sin embargo, es
evidente que la cultura occidental es altamente exigente con la figura corporal
en relación al modelo de belleza establecido, instrumentalizándola con fines
comerciales. Por otro lado las personas que mejor se ajustan al modelo de
belleza tienden a tener una "ventaja sociológica", mejor autoestima,
mayor popularidad, mejor adaptación, como indica Cabot citado por López (1986).
Desde un punto de vista preventivo y en nuestra opinión, la educación afectivo
sexual debe promocionar un concepto de belleza diferente basado en el
desarrollo y cultivo de los valores y cualidades que resulten atractivos y
seductores para uno mismo y los demás, antes que un modelo puramente
figurinista y estático de la imagen corporal.
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