La vida es un libro abierto a tu lectura

jueves, 7 de marzo de 2013

¿Comer o no comer?


Con tanta información que hoy en día escuchamos en torno a los problemas que puede ocasionar la obesidad en nuestro país, particularmente en los niños, nos ocupamos ahora por alejarles de la comida chatarra, o al menos lo intentamos.
Una situación bastante frecuente también es, para muchas familias, que alguno de sus niños “no quiere comer”, y esto en contraste es muy difícil de controlar.
Recordemos que todos los seres humanos además de un equilibrio físico, debemos también contar con un equilibrio emocional, y el afectivo es para nuestros infantes de suma importancia para un desarrollo sano en su transformación progresiva y segura a ser adultos, personas de bien, responsables pero sobre todo… sanas.
Si para nosotros -los adultos-, mantener el equilibrio afectivo nos resulta no siempre sencillo, el entorno para nuestros pequeños lo es en una magnitud muy distinta. En lo que, de no ser atendido oportunamente, lleva a muchos casos severos en corto tiempo, a Anorexia y Bulimia en su adolescencia, por ejemplo.
El comer en exceso o el no comer, es mucho más que una necesidad fisiológica, lo importante es preguntarnos ¿qué causa les motiva a nuestros niños en una u otra realidad?
Estas circunstancias de comer en exceso o en déficit, como todo problema es multifactorial, y además de acercarse a un experto (pediatra en su caso), podemos ayudar a entender qué pasa si observamos el desenvolvimiento del niño, y para ello, la relación que usted propone es muy importante.
Conocer cuánto, cuando, qué y con quién comen es determinante –bajo el esquema de todo padre de familia responsable- pero lo es aún más cuando el niño no cumple bajo este esquema DEL ADULTO, y las confrontaciones hacen su aparición con argumentos como: está muy cansado, le duele el estómago, o ese alimento no le gusta.
De manera esporádica, esto puede considerarse normal, pero si se hace recurrente, en lo general, los padres de familia adoptamos algunas posturas:
Actitud coercitiva: Presionando al niño para que coma, se amenaza con “castigos” que van desde no tener postre o no dejarle ver tv., creyendo el adulto que el niño preferirá hacerlo antes de sufrir estas acciones, más sin embargo, estas acciones pueden reforzar su oposición, pues genera conflicto y angustia ante la “desaprobación” de su figura paterna o materna. 
Actitud moralizadora: La presión la ejercemos los adultos, proyectando al niño como “un buen niño” generando sensaciones de culpa que fomenta un círculo vicioso, mientras más culpable se siente, menos come. 
Actitud de presión afectiva:
Chantaje afectivo: La presión se ejerce al hacerle saber al niño, que el que “coma” complace a su madre y viceversa, llegando incluso a “fingir el llanto”, ante esto los niños suelen mantenerse insensibles a su súplica.
Regateo: Presionando con promesas al niño, le ofrecemos un postre, una historia, un juguete etcétera, pero la demanda es muy rápida, y el niño pedirá más cosas a cambio de algunos bocados.
Ninguna de las posturas mencionadas, alcanzarán el fin que se usted persigue: hacer que el niño coma “bien” –bajo sus expectativas.
Descartando la posibilidad de que el niño esté enfermo, lo mejor es acercarse a él, y con mucha paciencia y el amor que usted le tiene, trate de averiguar qué es lo que está pasando, ningún remedio milagroso le devolverá el apetito al hijo. 
La angustia que sufre un niño que “no come” es mucho mayor al que come demasiado, más sin embargo ambas, poseen características particulares que requieren de atención oportuna. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario