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viernes, 8 de marzo de 2013

REBELDIA EN LA ADOLESCENCIA

comedlit@gmail.com
No hay hijos rebeldes, hay padres que no han hecho la tarea de educación que tenían encomendada. Los hijos se van tornando rebeldes a medida que van ganando a los padres las pequeñas batallas que plantean cada día. Pero siempre hay tiempo de darse cuenta que los padres tienen la obligación ineludible e irrenunciable de seguir educando a sus hijos, aunque estos no lo quieran. Por lo menos mientras vivan bajo su techo familiar.

La rebeldía de los hijos no llega de la noche a la mañana y sin avisar, pues es un proceso de tira y afloja, donde siempre gana el que más interés tiene en ganar, y pierde el que se deja ganar sin luchar lo suficiente. Los padres tienen la grave obligación moral de no dejarse ganar en la educación de los hijos.

La educación de los hijos empieza por la educación de los padres. No se puede pedir hijos bien educados si ellos ven que los padres no lo están o si ven que no se comportan como deben. Los hijos ven muchos detalles en los padres que los padres creen que permanecen ocultos. Tienen una lupa especial para ver los defectos de los padres, procesan todo lo que ven, aunque después se callen. Enseguida descubren los puntos flacos de los padres y por donde conseguir hacer lo que quieren hacer. También ven los puntos fuertes, pero tratan de evitarlos para que no les produzcan contradicciones a sus intenciones y formas de comportamiento.

Es imprescindible educar a los hijos para que la sociedad no les castigue cuando sean hombres. Si los padres no han dado a sus hijos la educación adecuada, o estos no la han asimilado, cada vez será más difícil convencerles de que tienen que cambiar y dejar a un lado esa rebeldía que empiezan a practicar. No es imposible impedir a los hijos que hayan empezado a descarrilarse, se paren y no lo sigan haciendo, todo es cuestión que los padres estén bien formados, dediquen mucho tiempo y sobre todo mucho cariño hacia sus hijos, principalmente a los que han empezado con problemas. En manos de los padres está salvarlos o condenarlos cara al futuro.

 

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