NEOPOSITIVISMO
El
punto de partida del neopositivismo lógico es la negación a priori de la
Metafísica. Sus representantes, al igual que los positivistas, rechazan toda
Metafísica como ciencia, a la que consideran, no sólo inútil y contradictoria
-como lo había insinuado Kant- sino totalmente desprovista de significado. Los
problemas de la Metafísica serían pseudo-problemas; sus enunciados -los que
versan, p. ej., sobre la causa primera, la finalidad, la trascendencia,- serían
meras proposiciones gramaticales carentes de verdadero sentido, inaptas, por
tanto, para recibir la denominación de verdaderas o falsas. El neopositivismo
lógico niega la existencia de «verdades aprióricas»: «nuestros conceptos,
juicios, o las así llamadas verdades intemporales son simples suposiciones
convencionales... condenadas o salvadas por los procesos empíricos y las
experiencias sensibles, los únicos que deciden en este terreno». Lo a-prior¡
es, a lo sumo, una hipótesis; esencias, principios del ser, ontologías
aprióricas fundamentales, no se darían «en sí», ni tienen «sentido».
Lo esencial que pretenden los neopositivistas es la aplicación constante y
universal de un solo método, el único adecuado según ellos, que llaman
«análisis lógico del lenguaje». Es éste el campo en el cual habría de
desenvolverse la filosofía: el análisis; pero no el psicológico, ni
epistemológico, y tampoco puramente gramatical, sino el análisis
«significativo» de los enunciados científicos; con el fin de «eliminar los
falsamente significativos y señalar las formas legítimas de significación y sus
justos límites y condiciones» (Hirschberger).
Los neopositivistas a su vez, dividen los enunciados «significativos» en analíticos y factuales; los primeros (que responden a las «relaciones de ideas») nada dicen sobre la realidad: los segundos son rigurosamente empíricos y a-posteriori, verificables total o parcialmente en la experiencia. Según esta división, no cabe la posibilidad de contar con juicios sintéticos a-prior¡ (como sontenía Kant): «un enunciado sintético a-prior¡ o ultraempírico, inverificable -que no sea pura relación formal de ideas (analítico)- no tiene ningún sentido», afirman ellos. Pero la verdad no se reduce a esta división, ya que esencialmente la verdad es siempre adecuación del entendimiento cognoscente con la cosa conocida, tanto en lo que llama Hume verdades de razón como en lo que llama verdades de hecho; no hay entre ellas esa diferencia tan tajante que pone el empirismo y que admiten los neopositivistas.
Establecido así el esquema y las categorías de los «enunciados», la tarea del filósofo sería analizar todos los enunciados empíricos, lógicos, matemáticos, metafísicos, éticos y filosóficos en general, para determinar su grado de valor significativo. Tarea que tiene como fin eliminar toda posibilidad de error «significativo», establecer el criterio de «verificabilidad» o separar lo verdadero de lo falso. De acuerdo con su particular teoría del conocimiento, que lo reduce al simple conocimiento de los sentidos, se explica que para los neopositivistas los enunciados éticos, p. ej., no son propiamente asertivos, su significación no es indicativa, declarativa, sino meramente expresiva, evocativa o emotiva; por lo que consideran a esos enunciados no susceptibles de verdad ni de falsedad. Ahora bien, el análisis de los enunciados requiere un estudio profundo del lenguaje significativo mediante un método especial al servicio de la ciencia de los símbolos, la Semiótica, como la llaman los neopositivistas.
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