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miércoles, 24 de octubre de 2012


Equidad de género en la educación: Renovando compromisos

Por más de tres décadas el término género ha circulado internacionalmente en diversos ámbitos. No existe una única definición y aún hoy continúa siendo objeto de debates sobre su significado, capacidad explicativa e implicancias políticas. Sin embargo, cualquiera sea la definición que se adopte, todas aluden a cuatro cuestiones fundamentales:
1.   No hay ninguna razón biológica o "natural" que determine las diferencias sociales, económicas, culturales y de poder entre varones y mujeres. Las características subjetivas y los roles que se le atribuyen a cada uno son el resultado de un complejo proceso de ordenamiento social que tiene expresiones particulares según las épocas, culturas y grupos.
 
2.   Género no es sinónimo de mujer, aunque la mayoría de los estudios o políticas se hayan concentrado en ellas. Se refiere a las maneras en que se construye y manifiesta tanto la condición social de las mujeres como la de los varones, así como las relaciones entre ambos en cada contexto.
 
3.   Las relaciones de género interactúan con otras relaciones sociales como las de clase, etnia, edad, etc.; todas ellas fundantes de la estructura y dinámica de las sociedades. Por ello, los análisis de género deben dar cuenta de esta complejidad.

4.   Ninguna sociedad ha asignado igual valor a las características atribuidas a las mujeres o lo femenino que a las asociadas con los varones o con lo masculino, de ahí que las diferencias entre ambos se expresen en un orden jerárquico de predominio masculino.

Por todo ello quienes utilizan el concepto de género como categoría de análisis y /o como principio ético-político asumen que las desigualdades entre varones y mujeres deben ser transformadas para alcanzar una sociedad plenamente democrática y justa. Esta convicción ha impulsado numerosas iniciativas, generado instituciones y transformado normas y valores culturales.

Cuando se debaten cuestiones relacionadas con las desigualdades de género, nadie duda en afirmar que la educación es la estrategia prioritaria para transformar profunda y sostenidamente los modelos, valores y vínculos que continúan reproduciendo relaciones inequitativas.
Históricamente el primer paso ha sido estimular y asegurar el acceso de ambos géneros a todos los niveles educativos y campos de conocimiento, meta que ya se está cumpliendo en algunos países. Sin embargo la evidencia indica que esta igualdad formal no es suficiente si simultáneamente no se producen transformaciones sustantivas en los contenidos curriculares, las prácticas pedagógicas, los mensajes que se trasmiten en los libros escolares y, en general, en la vida cotidiana escolar o en lo que se ha denominado el currículum oculto.
 
Se necesita crear una educación que cuestione estereotipos y prejuicios sexistas, que brinde las oportunidades y condiciones para que niños y niñas descubran y desarrollen plenamente sus intereses y capacidades, que transmita saberes representativos del conjunto de la experiencia humana y que incentive el placer en la solidaridad y el respeto mutuo entre los géneros.

Producir estos cambios no es una tarea sencilla como lo demuestran diversas políticas y programas que se vienen ejecutando tanto en países desarrollados como en desarrollo.
 
No obstante, se sabe que una clave primordial es la formación de docentes consientes, informados y motivados a emprender experiencias formativas que algunos llaman no sexistas, otros coeducativas, o de igualdad de oportunidades.

Muchos/as docentes perciben la insatisfacción y el empobrecimiento personal y social que implica para las nuevas generaciones ajustarse a patrones de género restrictivos y desean contribuir para ampliar sus horizontes y para generar un mundo más justo y solidario.

Algunos ya están poniendo en práctica modelos educativos con estos fines y desearían compartir sus experiencias. Otros desearían capacitarse y recibir apoyo para emprender estos cambios. Responder a esta necesidad y ampliar la sensibilidad de la comunidad educativa en este tema es un compromiso impostergable si deseamos dar pasos concretos hacia una convivencia más productiva, cooperativa y gozosa entre varones y mujeres.
 
 

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