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viernes, 26 de octubre de 2012


EL PROFESORADO DE LAS ESCUELAS RURALES


El divorcio entre la Universidad y la escuela rural es total. La labor de la escuela rural apenas se valora en los centros que forman a los profesores.
Todos los estudios, encuestas y análisis se dirigen a las grandes concentraciones urbanas. Apenas hay pedagogos que investiguen la escuela rural. Tal vez (como indicó un compañero) porque resulta más fácil y rápido obtener un muestreo en una escuela de 300 o más alumnos y una docena larga de maestros que andar vagando de unitaria en unitaria intentando presentar unos datos estadísticos presentables en la tesis doctoral.
Si bien en los últimos años parece haber un interés creciente por la escuela rural, todavía la universidad queda muy alejada de ella. ¿Cuántos alumnos de magisterio han podido realizar sus prácticas en una escuela rural? ¿A cuántos les habría interesado realizarlas en este tipo de escuelas?

La escuela rural debe caer a muchos maestros recién titulados como una pesada losa, ya que, a las dificultades propias de los inicios profesionales, se unen las de clases con más de un curso, y además, la sensación de ser un extraño en una comunidad rural donde la relación familia-escuela no es tan anónima ni tan impersonal como en los grandes centros. Sería necesario incluir en los planes de estudio universitarios la temática de la metodología y organización escolar para la escuela rural. De esta forma se conseguiría que
los maestros que llegan a este tipo de escuelas no tengan que pasar un curso buscando la manera de llevar una clase con varios cursos; y además podríamos lograr que los alumnos de magisterio en prácticas fuesen con ilusión y preparación suficientes a ayudar a los alumnos del mundo rural y no a hacer
experimentos pedagógicos con ellos.

En términos generales, el profesorado de las escuelas rurales está insuficientemente preparado para esta labor específica, aunque traten de paliar esta escasa preparación con mayor dosis de entrega a su trabajo. La mayoría del profesorado suele ser propietario provisional (por un año, generalmente, ya que muy pocos repiten) o propietario con primer destino definitivo (esperando "saltar" hacia la ciudad en cuanto su puntuación lo permita), por lo que la escuela rural se considera como un exilio o un lugar de paso hasta alcanzar ese núcleo urbano importante donde puedan vivir dignamente con las "ventajas" que la civilización nos aporta. Además, las características singulares de muchos de estos centros, con itinerancias en horario lectivo por parte de los profesores, hacen todavía menos grata la tarea diaria, al haber una total ausencia de cobertura jurídica en caso de accidente.

Por supuesto, esta situación no es la más adecuada para conseguir que los maestros que llegan a estos
centros por vez primera decidan continuar en años posteriores en el mismo puesto de trabajo, y mucho menos para que se planteen desarrollar su carrera profesional hasta la jubilación en estos centros.
Otro factor que incide en la problemática diferencial del maestro de las escuelas rurales es el aislamiento o la escasa relación profesional con otros compañeros. En centros urbanos uno siempre tiene la oportunidad de comentar sus problemas con otros compañeros del colegio, y hasta tiene a mano los libros y recursos de perfeccionamiento de los Centros de Profesores o de la misma Universidad. En el mundo rural, con centros pequeños, el intercambio de experiencias con otros colegas es mínimo (tanto por la escasez de colegas como por la dificultad de compartir experiencias interesantes).

Todo esto son condicionantes que obstaculizan y acaban por desanimar a los maestros con mayor vocación. Precisamente las expectativas de estos docentes son más ambiciosas y la frustración resultante más visible. De ahí que los maestros se resistan a trasladarse a las zonas rurales, por lo que existe una penuria de maestros (ante la falta de voluntarios) o una movilidad endémica (por el traslado de los que llegan forzosos a las primeras de cambio).







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