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lunes, 29 de octubre de 2012

"RECORDANDO UN POCO EL COMPAÑERISMO"












            Una de las principales funciones de la escuela, especialmente en sus primeros años, aunque debe profundizarse y perfeccionarse su enseñanza a lo largo de toda la vida es lograr la socialización del individuo, para que su incorporación a la sociedad sea en forma solidaria y participativa.

            Ya en los primeros años del Jardín de Infantes en la medida de lo posible se le debe enseñar al niño a compartir, no como imposición sino como placer de jugar con otros, cosa que les cuesta a los niños pequeños que solo saben jugar “junto” a otro, pero no cediendo lo que consideran “sus” propiedades, aunque sean de la institución educativa. Es una tarea que requiere paciencia, explicaciones, ejemplificaciones (pueden mostrarse películas de niños solidarios que se sienten felices o dibujos animados en igual sentido).


             Ya en el colegio deben estimularse las tareas grupales de ayuda mutua, tratando de que todos aporten en la medida de sus posibilidades, y en este caso la tarea del docente es muy importante para que no sea uno solo el que haga el trabajo por todos, sino que se logre un producto mejor, merced al esfuerzo compartido.

               Estimular que el que entendió explique al alumno que aún no lo ha logrado, que se presten los elementos escolares, pero con la precaución de que quien recibe las pertenencias ajenas se haga responsable de su cuidado, devolviéndolas en tiempo y forma, y prestando a su vez cuando se le requiera y le sea posible.

               Lo ideal es que los compañeros lleguen a ser amigos, sintiendo entre ellos afecto, confianza y compartiendo momentos incluso fuera del establecimiento escolar. Los amigos serán un gran apoyo en el crecimiento y maduración de los niños y sobre todo de los adolescentes, que necesitan del grupo de pares. Pero bien sabemos que las personas eligen a sus amistades y es casi imposible sentir a todos los compañeros como amigos.

             Lo importante es reconocer en el otro un sujeto digno de respeto y valoración que puede tener opiniones y metas distintas de las propias, pero que siempre que sean positivas merecen ser escuchadas y analizadas, aunque no se las comparta, y él a su vez debe respetarnos.

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