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jueves, 25 de octubre de 2012


LA ESCUELA DEL DIABLO.  
Profra. Marcela Solís Espinoza
Lengua Española y Literatura 3°B
 
Esto es una historia verdadera.
                Un día apareció un diablo sobre la tierra, y notó con disgusto que todavía se encontraban hombres que creían en el bien. Y como el diablo no carece de perspicacia, en el acto observó que sus habitantes presentaban ciertos rasgos de carácter común. Eran buenos porque creían en el bien; felices, porque eran buenos; serenos y ecuánimes, porque eran felices. Según su criterio, el demonio dedujo que no todo marchaba bien en el mejor de los mundos. Y pensó en los medios para cambiarlo todo en la tierra.
                “la infancia es el porvenir de la especie”, se dijo. “comencemos por la infancia”
Y se apareció a los hombres bajo la forma de un enviado de dios, de un reformador de sociedad.
_Dios_ declaró_ reclama la mortificación de la carne. Se trata de comenzar bajo la infancia. La alegría es pecado. Las risas, blasfemia. Los niños no deben, pues, conocer la alegría ni las risas. El amor maternal es un peligro: afemina el alma de los jóvenes. Es menester alejar al hijo de la madre a fin de que nada sirva de obstáculo a su comunión con dios. Es preciso de la juventud sepa que la vida es dolor abrumable de trabajo (en latín tripalium, tres estacas, instrumento de tortura). Abrumable de fastidio. Desterrad todo lo que puede provocar interés. Solo es bueno el trabajo desinteresado. El placer es la labor, perdición. Así habló satanás. La multitud se prosternó hasta tocar con su frente la tierra.
_queremos salvarnos_ exclamó uno.
_¿Qué debemos hacer?
_crear la escuela_.
Y de acuerdo con las indicaciones del diablo se fundó la escuela. El niño ama la naturaleza, y se le aprisca en salas cerradas. Gusta de jugar, y se le hace trabajar. Siente placer en emplear su actividad en algo y se hace que esta no tenga ninguna finalidad. Goza con la movilidad, y se le obliga a estar inmóvil. Quiere tocar las cosas y se le pone en contacto con ideas. Le agrada valerse de sus manos y se le pone en juego con su cerebro. Anhela hablar y se le constriñe al silencio. Quiere razonar, y se le hace memorizar. Intenta investigar, y se le sirve hecha la ciencia. Le place seguir su infancia, y le pliega a la del adulto. Pretende regocijarse, y se inventan los castigos. Gusta de ser útil libremente, y se le enseña a obedecer ciegamente.
El diablo se río satisfecho.
Muy pronto el régimen rindió sus frutos. En poco tiempo los niños supieron adaptarse a esas condiciones de vida artificial. Al principio, las madres lamentaron hondamente la separación, la perdida de sus hijos, y se les dijo: “así es como debe ser”. Los padres también se dolieron de que sus hijos ya no pudiesen ayudarles en la casa o en el taller, y  se les persuadió que los niños estarían mejor y haría mas en la escuela, los niños sintieron, por su parte, la separación de sus padres y pensaron que ya no gozarían mas de la dulzura del hogar, porque el deber escolar, ocuparía todo su tiempo. No se les dio ninguna razón; se les obligó.
                Entonces, supieron lo que jamás hubieran aprendido sin este régimen. Supieron disimular, engañar, mentir. La escuela escribía en su cuadro de honor al pequeño santo de valor negativo, y le hacía fuerte en temas para convertirse en funcionario del estado. La escuela se esforzaba en someter, dominar, a los niños por medio de castigos, de temor. Trataba de retener con deberes suplementarios al alumno que calificaba de incorregible, porque desbordaba de alegría de vivir y de vitalidad, estigmatizaba de perezoso al que su temperamento impedía vagar por los floridos senderos de su imaginación. Condenaba como pecados los sanos instintos de defensa de los espíritus fuertes.
                El desinterés, el deber por el deber, el esfuerzo por el esfuerzo.
¿El fastidio por el fastidio?
_ ¡vaya!_ se dijeron lo mas listos de los muchachos que, oído a las puertas y ojo de la cerradura, había visto y comprendido todo. Y después se vio esto: conforme a los deseos del diablo, una buena parte de la humanidad se marchitó, degeneró. Llegó a ser prudente, pasiva, desinteresada de todo.  La salud no pudo resistir más aquel régimen de inmovilidad, de silencio, de aire encarcelado, viciado de horas de trabajo dividido, fragmentado, de estudios sin interés, de la negación sistemática de toda espontaneidad. Con la salud también se iba la dicha. Se hacía la labor cotidiana como se arrastra una cadena de penitenciaría. Olvidábase el precepto de san Pablo: “sed joviales siempre”. Se gemía, se extenuaba en el trabajo o se buscaba en falsos placeres el olvido del tedio de la vida, placeres que consumen el espíritu y que solo deja un copo de ceniza sucia y seca.
Mas salud, mas felicidad, mas amor, mas bondad. Como el espíritu, el alma llegó a ser seca y gris, en ella el odio sembró sus zarzas y para tales gentes, Dios no existía más. Esto era natura, porque dios solo mora en las almas sanas.
Mas el aula de la escuela no estaba completa. Aun le faltaba el prestigio de las cárceles: las grandes llaves, los pesados cerrojos, la inmoralidad, la podredumbre… pero el diablo había formulado mal su plan. Se vio a escolares huir al bosque, subirse a los arboles y hacer muecas al enviado de dios, se les vio librarse del mal, llegar a ser fuertes, prácticos, ingeniosos, perseverantes, recuperando la salud que no teme el esfuerzo, la alegría que ensancha el pecho, la posesión de si mismo que conduce al placer de ser una personalidad propia.
Entonces el diablo ceso de reír. Rechinando los dientes, amenazando con los puños, vociferó: “maldita ralea”. Y desapareció y con el la escuela que había tan sabiamente imaginado.
                Lector: si aun encuentras colegios según el viejo modelo, sacude al maestro en su cátedra, despiértalo y dile que los tiempos nuevos han llegado, que representa un anacronismo; que abandone la escuela o se convierta. Puede ser que le hagas un servicio pero no dudes que lo que haces positivamente y más grande a los millares de rapaces que se agitan deseosos de vivir y que exclamarían si supiesen latín:
                               Primun vivere, deinde philosophari.
Pues bien:   (vivir antes que todo.
¡Que diablo!
DR. A. D. FERRIÉRE

 


 

 

 

1 comentario:

  1. bien, ese diablo anda por allí aún, así es los tiempos han cambiado y debemos estar dispuestos a cambiar con el. muy buena reflexión.

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