MI MAESTRO DE
HISTORIA
Mi maestro de historia no sabía historia.
Ni el de español, español. Ni el de…
¿Por qué algunos maestros no saben lo que enseñan?
Recuerdo a mi primo, el hijo de mi tía Clara.
Fue a estudiar a México.
Estuvo en la Facultad de Derecho.
Después… Que siempre no, que quería trabajar.
–¿Y de qué?
–Aunque sea de maestro.
Se arregló sin dificultad.
Ahora enseña biología en una secundaria. Pero no en la
nuestra, en otro estado…
Yo creo que así estaban todos los de aquí.
Menos el de civismo. Él sí explicaba.
Los otros nos dictaban toda la hora.
Acabábamos cansados, aburridos…
¿Y qué nos dictaban?
¡Lo que estaba en el texto!
Daba risa, a veces coraje…
Un día…
Nos tocaba historia en la primera hora.
El maestro llegó jadeante.
Sus ojos tenían sueño, su aliento olor a vino. Las manos
vacías, sin libro…
Su voz sonó distinta, como la del cura.
–¿Qué saben de historia?
Todos guardamos silencio…
–Como no traje el libro para dictarles, quiero que me
contesten por escrito lo siguiente…
Se acercó al pizarrón.
Creo que le dio un mareo, porque soltó el gis y con las
manos se cubrió la cara.
Volvió a su escritorio.
–Maestro, ¿por qué no nos habla de México? ¿Cuándo y
quiénes fundaron la Gran Tenochtitlan?
–Todo esto lo verán en segundo. En primero sólo tendremos
historia universal.
–¿La historia universal no comprende a México?
–Está bien. Hablaré de México.
Titubeó un poco.
Luego tosió.
Su mirada salió por la ventana y yo le adiviné el deseo
de irse con ella.
–La Gran Tenochtitlan fue fundada en…
Otra tosecilla.
Otro titubeo.
–Bueno, el año no importa, lo importante es que sí la
fundaron…
–Más o menos, maestro, ¿en qué año?
Su vista buscó otra vez la ventana.
El cruce de sus piernas fue lento.
–Aproximadamente en el años 2000 antes de Cristo.
Todos tomamos nota.
Él continuó:
–Fueron los mayas. Después los aztecas los
conquistadores. Éstos venían del norte, encabezados por Tláloc.
–Maestro, ¿por qué perdió Cuauhtémoc en su lucha contra
Cortés?
–Porque su gente estaba dividida.
–¿Quién era Cuitláhuac?
–¿Cui…qué?
–Cuitláhuac, maestro.
–Ah, sí, el que traicionó a Cuauhtémoc.
Por él lo ahorcaron…
Estábamos por primera vez interesados en la clase.
Todos preguntaban.
Algunos escribían las preguntas y respuestas.
–¿Qué pasó con Cortés, maestro?
–Después de la Conquista lo mataron. Seguramente sus
restos están en Veracruz. Doña Eulalia aún no los descubre.
Sonó el timbre.
El maestro salió corriendo, como si se sintiera culpable
de algo.
Doña Lupe vendía mangos verdes con chile.
A veces me fiaba, a veces no.
Estaba rogándole lo hiciera, cuando el maestro de
historia pasó a mi lado con el Director:
Interrumpí:
–Profesor, perdone, pero tengo una duda sobre la clase de
hoy.
–Dígala.
–¿Quiénes mataron a Cortés?
–A Cortés lo mató tu abuela –terció el Director.
–Perdone, pero el maestro dijo que lo habían matado y que
sus restos estaban en Veracruz.
La cara del maestro se vistió de miedo.
Sus ojos no encontraban ruta.
–Yo no les hablé de Cortés, sino de Moctezuma.
El Director estalló en palabras:
–¿Ya ves? Tú siempre tergiversas las cosas. Además de
indisciplinado eres un embustero.
–Maestro, yo…
–Nada. Sigues siendo un holgazán. ¿De qué sirve que uno
se esfuerce en explicarles si, por su torpeza, han de salir con domingo siete?
Las lágrimas empañaban mis ojos.
El corazón me latía aceleradamente.
Mi boca temblaba de rabia…
–¿Con que la tumba de Moctezuma está en Veracruz?
–preguntó el Director al maestro mientras se alejaba.
–Señor, yo… bueno… este…
–No se preocupe. Sea la de Moctezuma o la de Kennedy hay
que celebrarlo. Yo invito la botella…
Juan Sánchez Andraka
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