La diversidad está presente en todos los espacios sociales y
nosotros como docentes la tenemos bien presente en nuestro espacio de trabajo,
en nuestras aulas. Si bien en otros tiempos no había sido debidamente
reconocida en determinados ámbitos, no por ello su existencia dejaba de ser un
hecho. La pregunta ahora y suponiendo
que la cuestión del reconocimiento ha sido superada, lo que no es del todo
cierto consiste en qué hacer frente a ella.
Para unos la diversidad es un problema; para otros es una
ventaja. En educación, la adopción de una u otra postura orienta en términos
generales las distintas líneas de acción, pero aun compartiendo una misma postura, es posible
diferir en lo relativo a las alternativas de respuesta. Los factores que intervienen en las cuestiones
relativas a educar en la diversidad son múltiples e incluyen elementos como la
identidad, la cultura, el poder, la segregación, la lengua, el género, la
migración, la discriminación, el rezago educativo, las necesidades educativas,
la educación compensatoria, el profesorado, el currículo, entre otros.
Mi papel como maestra dentro de un grupo tan diverso, sería
atender a todos, con igualdad de oportunidades, para darme cuenta de sus
saberes, conocimientos, valores y necesidades que presentan y partir desde ahí
para comenzar a trabajar con la finalidad de que obtengan un desarrollo.
Todo esto implica que
los educadores dejemos de lado nuestro rol dictatorial y comencemos a compartir
con ellos el privilegio y la responsabilidad de planear su propia educación.
El origen cultural marca a la totalidad de la persona en sus
dimensiones cognitiva y socio-afectiva. La interculturalidad es el camino para
convivir en armonía con los demás; la educación intercultural presenta ventajas
y retos, invitando a la autorreflexión, innovación y creatividad.
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