Un docente debe llevar a cabo una labor
social orientada a los alumnos, preocuparse por conocer e identificar los
sucesos que orientan su actuar en el grupo y, ante todo, trascender hacia la
comunidad. Debe ser un educador social en todo el sentido de la palabra, puesto
que como agente social, que desempeña su labor cara a cara con los alumnos,
está expuesto cotidianamente a las condiciones de vida, características culturales
y problemas económicos, familiares y sociales de los sujetos con quienes labora (Fierro, 2000).
En el caso particular, como docente frente
a grupo del quinto “B”, desde hace cuatro años, en la Urbana 248 Santos
Degollado turno vespertino, y a través
de mi proceso en la Maestría en Trabajo Social,
hoy puedo decir que por mucho tiempo mi preocupación fue abarcar los
contenidos que el programa marcaba. Me limitaba a desempeñar lo que creí era mi
“deber”. La programación de mis clases giraba en torno a delimitar tiempos en
los que se abarcaran todas las asignaturas, dejaba de lado las actitudes que
mostraban los niños, consideraba que
cuando ellos faltaban a clases era por desinterés tanto de los mismos
como de sus padres, ocasionalmente preguntaba las causas de las inasistencias, pero
no profundizaba en detalles. Descubrí que sólo realizaba una pequeña parte de
lo que correspondía, pues hoy reconozco
que detrás de cada alumno se desarrolla una historia que determina su actuación
dentro del aula. Por ello, considero que
indagar qué es lo que sucede fuera del salón de clases me ayuda a entender
y humanizarme con mis alumnos.
Comprendí que puedo tener una realidad
armada de acuerdo a mis vivencias, pero no por ello las situaciones de cada uno
de mis alumnos deben ser las mismas. Es algo así como aceptar que “mi mapa no
es el territorio de los demás”, por ello no debo suponer que los estudiantes
viven realidades idénticas entre sí. Conforme pasa el tiempo y conozco los distintos
casos que enfrentan, reafirmo cómo cada familia está conformada por diversos elementos
que a su vez poseen formas de pensar muy heterogéneos.
Todas estas situaciones me han ayudado a comprender
que no es suficiente dominar los contenidos de un grado, que se requiere
trascender identificando al ser humano con el que trabajamos, que al planear
una clase también debo tomar en cuenta cómo piensan y sienten mis alumnos, que
las situaciones que arrastran de casa dan pie a la disposición o predisposición
de los educandos por atender a la clase. Así como la empatía que puede existir,
el acercamiento que se puede lograr, independientemente del papel que jugamos cada
uno de los involucrados, aceptar que “mi mapa no es el territorio de los
demás”, por ello no debo suponer que los estudiantes viven realidades idénticas
entre sí. Conforme pasa el tiempo y conozco los distintos casos que enfrentan,
reafirmo cómo cada familia está conformada por diversos elementos que a su vez
poseen formas de pensar muy heterogéneos.
Todas estas situaciones me han ayudado a
comprender que no es suficiente dominar los contenidos de un grado, que se
requiere trascender identificando al ser humano con el que trabajamos, que al
planear una clase también debo tomar en cuenta cómo piensan y sienten mis
alumnos, que las situaciones que arrastran de casa dan pie a la disposición o predisposición
de los educandos por atender a la clase. Así como la empatía que puede existir,
el acercamiento que se puede lograr, independientemente del papel que jugamos cada
uno de los involucrados.
En el proceso de investigación llevado a
cabo al cursar la Maestría, las
entrevistas y las encuestas aplicadas a mis alumnos y padres de familia fueron
esenciales para conocer el contexto en el que viven, me quedé sorprendida de
todas las situaciones que ignoré por mucho tiempo, y comprobé que a pesar de
tener en el grupo a algunos estudiantes trabajadores, puntuales y participativos,
también ellos viven situaciones particulares que les ocasionan descontento hacia sus familiares. Y
aunque como docente no se pueden cambiar esas realidades, me di cuenta de la
importancia que tiene platicar con ellos y mostrar interés por lo que les pasa
dentro y fuera del aula.
Un docente no debe dejar de lado e ignorar
lo que ocurre alrededor de los alumnos, ni pretender que dejen sus problemas o
preocupaciones de casa al entrar a la escuela.
La función del maestro, como profesional
que trabaja en una institución, está cimentada en las relaciones entre las
personas que participan en el proceso educativo: alumnos, maestros, directores,
madres y padres de familia. Estas relaciones
interpersonales que ocurren dentro de la escuela son siempre complejas,
pues se construyen sobre la base de las diferencias individuales en un marco
institucional. Estas diferencias no solamente se refieren a la edad, el sexo o
la escolaridad, sino a cuestiones menos evidentes a primera vista, pero de
igual o mayor importancia: la diversidad de metas, los intereses, las ideologías
frente a la enseñanza y las diferencias políticas, por ejemplo (Fierro, 2000).
Se requiere de la participación del
docente para que involucre, en la medida de lo posible, a todos aquellos elementos
que pueden ser pieza clave para tener un mejor desempeño.
Es necesario identificar las situaciones
que enfrentan los alumnos para poder determinar cómo proceder en el aula. Todo
aquello que se encuentre oculto debe ser elemento conocido por el docente para
buscar la causa de lo que puede acontecer en el salón de clases.
Si estamos inmersos en el entorno
educativo, si dejamos de ignorar lo que sucede a nuestro alrededor, es más
fácil detectar situaciones que obstaculizan nuestra labor para orientarla hacia
donde sea productiva. Involucrar a todos los actores que giran en nuestro entorno
es una manera de tener a nuestro favor elementos que pueden beneficiar el proceso.
La búsqueda de herramientas que favorezcan
nuestro desempeño docente es una clara señal de que estamos interesados en la
obtención de mejores resultados. No debemos conformarnos con ser meros
espectadores dentro del grupo, hay que actuar para contribuir de manera
positiva al logro de los objetivos propuestos, pues finalmente es en los niños
donde se refleja la labor que desempeñamos.
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