El término ciencia de la literatura es la denominación que algunos
estudiosos le dan a los «estudios literarios», entendiendo estos como el
enfoque multidisciplinario o la unión o la integración entre la Teoría
de la literatura,1 2 la Crítica
literaria,3 4 la Historia
de la literatura,5 y la Literatura
comparada.6 7
La
pretensión de conferirle el estatuto de ciencia al
estudio de la literatura surge tras el positivismo, al pasarse
de la fe ciega en los hechos y en las descripciones, a modelos de investigación holísticos en
que se cuenta con hipótesis o
principios insertos en el marco de una teoría. La posible aparición de la ciencia en
el campo de las humanidades, se vio
como la posibilidad de hacer surgir el orden y el sistema allí
donde no había sino datos e intuición, al mismo
tiempo que protegería el carácter específico de ese campo frente a las
invasiones externas.
El
objeto de esa hipotética pero posible ciencia
de la literatura sería buscar
regularidades y extraer sus principios de la propia literatura, y no de
fuera de ella; debería fundamentarse en una teoría acerca
de la naturaleza de la literatura y pasar después a una fase de
conceptualización que permita crear enunciados verificables.
La
base metodológica de esta nueva disciplina es, pues, el estudio inmanente de la literatura, utilizando
como herramienta principal un preciso metalenguaje, con el
fin de llegar a compartir unos principios comunes y evitar en los estudios
literarios las vaguedades, el atomismo monográfico,
la ordenación histórica esencialmente extrínseca, la inconexión entre las
investigaciones realizadas y el carácter meramente acumulativo e inorgánico de
los saberes.
Los
problemas que siempre se han objetado a la aspiración científica de los
estudios literarios son, primero, el de cómo superar la relación entre el objeto estudiado
y el sujeto que investiga; y, segundo, qué se hace
con la relación entre el texto y
el mundo: la semiótica y la pragmática, entre
otras, han recordado que un análisis inmanente es, por definión, parcial, al dejar
fuera de su estudios numerosos aspectos consustanciales a una obra literaria.
El estudio lingüístico de las obras literarias es una de las
renovaciones metodológicas más importantes del siglo XX.
La lingüística pasó de su interés casi absoluto por
la diacronía a romper con el positivismo y el historicismo,
haciéndose con una terminología y unos útiles cuya aplicación a los
textos literarios permitía resultados sólidos y contrastables.
En
1958, Román Jakobson dictó una conferencia fundamental titulada "Lingüística
y poética" 8 que inauguró el estudio científico de
la literatura desde una perspectiva lingüística,
gracias a la cual, hacia mediados de los años sesenta, la lingüística se había consolidado como ciencia piloto
de las ciencias humanas,
inspirando a investigadores como las deLevi-Strauss, Greimas, Tódorov, Samuel R. Levin, etc.
La
base teórica de esta perspectiva es que la literatura debe estudiarse como una construcción
cuyos mecanismos pueden ser clasificados y analizados como los objetos de
cualquier ciencia. La literatura, en este
sentido, no es más que una forma de usar el lenguaje, y por tanto las obras literarias
tienen leyes propias que esperan por ser descubiertas y que deben estudiarse en
sí mismas: no son ni vehículos ideológicos ni reflejo de verdades
trascendentales o de realidades sociales. La literatura es un hecho material cuyo
funcionamiento puede estudiarse como se estudian otros fenómenos.
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