Literatura
y Ciencia-Tecnología son campos de la creación o del conocimiento que,
tradicionalmente, suelen presentarse separados y divergentes, cuando existen
entre ellos más elementos comunes de los que a simple vista puede pensarse.
Si cualquier descubrimiento científico o tecnológico tiene en
común con la literatura ciertos ingredientes de imaginación, de fantasía, de
intuición, de ficción, la confluencia mayor entre ambos se da en el género literario de ciencia-ficción.
Un recorrido por este tipo de narrativa nos permite poner ejemplos
de instrumentos o hechos imaginados, que posteriormente la ciencia ha
confirmado. Así, la literatura se ha adelantado a la ciencia en: el submarino
(Julio Verne, 1870), la técnica de los rayos láser (George Wells, 1898),
los trasplantes de órganos humanos (Alexander Beliaev, 1925), los centros
de incubación y acondicionamiento a modo de úteros artificiales (Aldous Huxley,
1932), el estudio psicológico de clones y las relaciones que establecen como
equipo (Úrsula K. Le Guin, 1968), la reproducción clónica como solución a la
esterilidad producida por la polución ambiental (Kate Wilhelm, 1976)..., entre
otros ejemplos.
Y al hablar de la relación entre Literatura y Ciencia-Tecnología
hay que destacar la obra de Mary Shelley Frankenstein(1818), en
la que este doctor, en un laboratorio con sofisticados artilugios, crea vida
artificial en un monstruo que llega a ser temido y acaba destruyendo a su
propio creador. La novela se convierte, de este modo, en una reflexión sobre
las consecuencias de los descubrimientos científicos y del aparente dominio de
la tecnología.
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