Que los niños aprendan
en la escuela matemática, lengua, historia y ciencias es necesario pero no
suficiente porque cuando el bienestar emocional de los niños y los jóvenes no
es una prioridad institucional, los riesgos son muchos: alumnos que se agreden,
que se retraen y parecen ausentes, que se lastiman, alumnos dispersos que
irrumpen en la dinámica de la clase.
La seguridad siempre ha
sido una prioridad en las escuelas. No obstante sólo recientemente se ha
pensado en una seguridad más que meramente física con el fin de reconocer la
importancia de la seguridad emocional.
En las escuelas
emocionalmente sanas, todo el personal tiene responsabilidad en el
mantenimiento del bienestar emocional de los niños. Cada profesional de la
escuela desempeña un papel importante en el mantenimiento de la seguridad
emocional de todo el ámbito escolar.
Enfatizamos la
necesidad de que la salud emocional se transforme en una prioridad para todos
los miembros del personal, incluso para los que trabajan en el salón del almuerzo
y los trabajadores sociales. Ningún componente de salud mental que se practique
en la escuela puede compensar los efectos negativos de un ambiente escolar
desagradable, controlador o exigente.
En los primeros años,
los niños dependen de un ambiente emocionalmente seguro para poder llegar a ser
alumnos atentos y productivos. Por lo
tanto, el potencial del niño exitoso descansa en parte sobre la capacidad de la
escuela de organizarse para respaldar la salud emocional de los niños durante
toda la jornada escolar.
Lo que se debe tener como propósito, el orientar a quienes se ocupan de la educación, sobre la lectura de signos emocionales con el objetivo de prestar atención a los problemas no resueltos e incorporar prácticas de salud preventivas, sumando la figura del adulto comprometido como compañero del alumno durante el proceso de su desarrollo.
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