Por: Julián De Zubiría Samper1
La escuela tradicional dio
respuestas a las necesidades y requerimientos de las
sociedades agrarias e
industrializadas. Enseñó a leer y a escribir; impartió normas
básicas de ortografía, de
urbanidad y algoritmos aritméticos esenciales. Pero detrás
de ese programa encubierto, su
verdadero y esencial papel consistió en dotar de
trabajadores obedientes y
rutinarios a las fábricas, al agro y a las instituciones de la
“segunda ola” (Toffler, 1993).
Reforzó la sumisión con el castigo, el grito y la vara;
enseñó la rutina mediante planas
y algoritmos interminables. Para trabajar en las
fábricas, el campo y las
instituciones propias del período industrial y agrario, éstas
eran las habilidades demandadas.
Sin embargo, la sociedad cambió
de manera profunda y radical y ya la escuela
tradicional no responde a estas
nuevas necesidades. La escuela tradicional se torna
obsoleta frente a los dramáticos
cambios sociales, económicos y políticos vividos
desde hace más de cuatro décadas.
Se torna ineficiente e inadecuada. No porque
siempre lo haya sido, sino porque
la sociedad cambiante le plantea nuevos retos y
nuevas demandas.
Esto explica por qué,
prácticamente en todos los países del mundo, se vive en la
actualidad un profundo desfase
entre la sociedad y el sistema educativo. La escuela
dominante en el mundo entero
sigue siendo la escuela tradicional. De esta manera
llegamos a una disociación
creciente entre la escuela y la sociedad contemporánea.
Pero esta desarticulación no es
exclusiva de América Latina, como con frecuencia
creen los maestros
latinoamericanos, en tanto que los cambios descritos
corresponden a un mundo
globalizado y porque la escuela tradicional sigue siendo
dominante incluso en los países
industrializados.
Delval (1991) y Reich (1993)
concuerdan en la tesis de que hoy en día no existe la
escuela para afrontar los retos
necesarios del mañana en ningún país del mundo.
Delval es muy claro en la
generalización del problema. Al respecto dice:
“Así pues, podemos afirmar que el
tipo de enseñanza que se
proporciona en la mayoría de las
escuelas, incluidas las de los
países más desarrollados, tiene
como objetivo la producción de
individuos sumisos y contribuye
al mantenimiento del orden
social, es en muchos aspectos una
preparación para el trabajo
dependiente y alienado, por lo
que limita los cambios sociales y
constituye un freno al potencial
creativo de los individuos”. (Delval, 1989, p. 32) (S.N)
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