CONSEJOS PARA FACILITAR EL CAMBIO DE CONDUCTA.
1) Reforzar siempre las conductas adecuadas de los niños, de colaboración y obediencia. Así, estamos enseñando qué es lo que se debe hacer, cómo y cuándo (y no meramente indicando qué es lo que no debe hacerse) y estamos posibilitando que estas conductas se repitan.
2) Determinar de antemano el momento de comienzo de la intervención: aprovechar cuando uno no tenga sobrecarga de trabajo ó esté muy tenso por otras razones. El disponer de tiempo y tranquilidad es una ventaja considerable que no debe desdeñarse.
3) Comenzar con conductas que pueda modificar fácilmente. Conductas que hayan aparecido hace poco tiempo, que se produzcan pocas veces ó en circunstancias especiales pueden ser candidatas para probar con ellas los procedimientos explicados. Con las conductas que se han convertido ya en hábitos es más difícil lograr cambios.
4) Asegurarse de que las contingencias son siempre las mismas. Si hemos decidido castigar una conducta, castiguémosla siempre; si hemos decidido reforzarla, reforcémosla siempre: no permitamos que nuestro estado de humor, nuestras ocupaciones, etc. interfieran con el procedimiento de intervención.
5) Facilitar las condiciones de la cooperación. P.e. si queremos que el niño recoja la ropa, pidámoselo antes de que comiencen los dibujos animados, no cuando ya los está viendo. Tratar de prever las dificultades que puedan plantearse y tratar de resolverlas de antemano.
6) Establecer una rutina: es un medio rápido y útil para que los niños aprendan y dominen determinadas conductas. Proporcionan un ambiente ordenado, seguro y confortable, ayudando al niño a conseguir más cosas con menos esfuerzos. Se llegarán a convertir en un hábito, como vestirse ó lavarse.
7) Dar instrucciones cortas y espaciadas y claras. Las peticiones que se hacen serán específicas y claras (que indiquen qué se debe hacer, cómo y cuándo), y comprensibles para los niños. Se debe dejar transcurrir un tiempo prudencial antes de repetir la petición ó de darle un aviso acerca de las contingencias negativas que pueden ocurrir si no se cumple la orden. También debe evitarse dar un número muy alto de instrucciones, darlas muy seguidas ó que éstas sean contradictorias entre sí. Debemos, además asegurarnos de que la petición ha sido oída y entendida (no vale chillarle al niño desde la terraza que se meta en la bañera).
8) Conservar el buen humor y controlar nuestra ira. No siempre es fácil y más de una vez nos sentiremos tentados a chillar y dar un azote al niño desobediente. Pero eso sería muy perjudicial: los padres son modelo para los hijos y actúar así significaría enseñarles comportamientos agresivos que no queremos que los niños aprendan. Además, nuestra ira retrasaría la efectividad del “proceso”.
9) No culpabilizar al niño. Todas las conductas aparecen y se mantienen en un contexto determinado, en función de sus antecedentes y, sobre todo, de sus consecuencias, y que de esas consecuencias somos también responsables. Olvidar frases como “Vas a acabar conmigo”, “No te puedo aguantar más”, “Me vas a matar a disgustos”, etc.. El niño no va a obedecer ó cooperar más por oírlas y hacen que ambos perciban la situación peor de lo que realmente es.
10) Instruir al resto de las personas significativas para el niño respecto de la
intervención. Prestar atención refuerza las conductas, y no sólo lo hacen
los padres, lo hacen también los abuelos, los amigos, los primos…y eso
hace que se mantengan las conductas indeseables del niño que se de-
sean eliminar. En ese caso, conviene explicar el procedimiento de inter-
vención, explicarles cómo han de comportarse ante las conductas inde-
seables del niño. Así no interferirán en el procedimiento, sino que lo favo
recerán. También pueden ayudar si se refuerzan con halagos y sonrisas
las conductas adecuadas que se quieren instaurar.
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