Telpochcalli (en náhuatl ‘casa de los mancebos’), centros en
los que se educaba a los jóvenes del pueblo, a partir de los 15 años, para
servir a su comunidad y para la guerra. A diferencia de los nobles que asistían
al calmécac, los vástagos de los plebeyos, conocidos genéricamente como
macehualtin, asistían al telpochcalli. Estas escuelas de jóvenes se encontraban
en cada barrio o calpulli.
La vida en las telpochcalli era dura. Desde la
madrugada comenzaban las extenuantes actividades. El día iniciaba con un helado
baño, seguido de una comida frugal y muy controlada. Solían memorizar los
cantares con los hechos relevantes de sus mayores y las alabanzas de sus
dioses, además de aprender y ejercitarse en el manejo de las armas como el
atlátl, instrumento utilizado para lanzar flechas, y el ma-úahuitl, la curiosa
espada de madera con filos de obsidiana. Los alumnos tenían otras obligaciones,
como la de reparar los templos (teocalli), acarreando los materiales
necesarios, y trabajar las tierras y heredades de forma colectiva para su
sustento. Especialmente se buscaba su resistencia al dolor mediante prácticas
de auto sacrificio. Los alumnos ociosos o incorrectos eran castigados severamente,
por ejemplo, la embriaguez se penalizaba con la muerte. Si alguno de los
alumnos sobresalía por su habilidad y valor en las guerras de conquista, algún
día podría llegar a ser ciudadano distinguido a quien se premiaba y rendían
honores. Cuando alcanzaban la edad requerida para casarse, finalizaba su
instrucción en el telpochcalli.
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