Titular – Mario Alberto Díaz Villanueva (Tema 2)
Mito
del Carro Alado
Alegoría que utiliza Platón para describir
las partes del alma y el afán humano por el conocimiento y el ser.
En el diálogo
“Fedro” Platón trata la cuestión del la esencia y partes del alma. Comienza señalando
que parece más adecuada, dada la dificultad del tema, la exposición alegórica
que la investigación racional e inmediatamente nos presenta el mito del carro
alado. Veamos un resumen literal del mismo: el alma es como una fuerza natural
que mantienen unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y
los aurigas de los dioses son todos ellos buenos; los de los hombres no. En
nuestro caso, el auriga guía una pareja de caballos, uno hermoso y bueno, otro
feo y malo, por lo que para nosotros la conducción resultará dura y difícil.
El alma tiene como tarea el cuidado de lo que es inanimado y recorre todo el
cielo. Cuando es perfecta vuela por las alturas y administra todo el mundo; en
cambio la que ha perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo
sólido donde se establece tomando un cuerpo terrestre. A causa de la fuerza del
alma, este cuerpo parece moverse a sí mismo y ambos―cuerpo y alma― reciben el
nombre de ser viviente.
La fuerza del ala consiste en llevar hacia arriba lo pesado, elevándose hacia
el lugar en donde habitan los dioses. Lo divino es hermoso, sabio y bueno y
esto es lo que más alimenta y hace crecer las alas; en cambio lo vergonzoso, lo
malo y todas las demás cosas contrarias a aquellas las consume y las hace
perecer. Dirigidas por Zeus, las almas de los dioses y las de los hombres
marchan por el cielo ordenando y cuidando todo. Después de realizar su tarea
van a buscar su alimento hacia el mundo supra celeste, hacia la realidad que se
encuentra más allá de la bóveda del cielo. En ese lugar se halla la Justicia,
la esencia cuyo ser es realmente ser, el ser incoloro, intangible, cuya esencia
es sólo vista por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que
crece el verdadero Saber, pero no la ciencia de lo que nace y muere, de lo
relativo, sino la ciencia de lo que es verdaderamente ser.
Las almas de los dioses, dado que son conducidas por dos caballos buenos y dóciles,
ascienden sin problemas. La mente de los dioses se nutre de un saber y entender
puro por lo que al ver lo que allí se encuentra, se alimenta, se llena de
contento y descansa hasta que el movimiento, en su ronda, la vuelve a su sitio.
Las almas de los hombres suben con dificultad pues el caballo que tiene mala
constitución es pesado e inclina y fatiga al auriga que no lo ha alimentado
convenientemente. Así se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba.
De las almas humanas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece consigue
ver algo, otras no pueden alcanzar la visión del ser, por lo que les queda la
opinión por alimento, “el porqué de todo este empeño por divisar dónde está la
llanura de la Verdad, se debe a que el pasto adecuado para la mejor parte del
alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la naturaleza del ala,
que hace ligera al alma, de él se nutre.” Las almas que no han podido
vislumbrar nada de lo que allí se encuentra se van gravitando llenas de olvido
y dejadez, pierden las alas y caen a tierra.
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