EL ELEFANTE DEL CIRCO.
(Menaje Semanario Diocesano de Orientación Católica)
Cuando yo era chico me encantaban los circos, me llamaba la
atención, el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de
peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un
rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una
cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el
suelo. sin embargo, podía, con facilidad, arrancar la estaca y huir. el
misterio es evidente: ¿qué lo mantiene entonces? ¿por qué no huye? Cuando tenía
cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi padre o a algún tío por el
misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se
escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: si está
amaestrado, ¿por qué lo encadena? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta
coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y
sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la
misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había
sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: "El elefante del
circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era
muy pequeño". Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto
a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y
sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era
ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día
siguiente volvía a probar, y también al otro y al que seguía... hasta que un
día, un terrible día para su historia, el animal acepto su impotencia y se
resigno a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque cree que
no puede. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquélla impotencia
que se siente poco después de nacer. Cada uno de nosotros somos un poco como
ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan
liberta. Vivimos creyendo que un montón de casas "no podemos hacer"
simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro
recuerdo "no puedo,,, no puedo y nunca podré", perdiendo una de las
mayores bendiciones con que puede contra un ser humano: LA FE.
Ustedes que opinan.
Lorena Ortega Casas.
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