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viernes, 1 de marzo de 2013

La Reeducación de los Maestros y La "delegación" del padre

Es prioritario y fundamental que los maestros se olviden de sus viejas prácticas y aprenda a ser más que nada un amigo para el alumno. Cuando el maestro aprende a escuchar, a ser receptor y responder positivamente al alumno, entonces comienza a caminar correctamente hacia una calidad en la educación. El maestro debe admitir y convencerse que el alumno, posee igualmente un potencial de aprendizaje que hay que aprovechar y sobre todo; saber encausar.


En la perspectiva antigua de la educación, la escuela era el lugar en el cual la sociedad hacia al niño a su imagen y semejanza; prohibiéndole, ordenándole y juzgándole continuamente. En la perspectiva actual el maestro hará saber al alumno que es un ser humano libre con derechos y también con obligaciones, para que el alumno tenga una perspectiva diferente de la vida. El maestro como educador-formador, no debe olvidar que los niños de hoy vivirán cuando sean adultos en un mundo profundamente diferente del mundo actual.

La "delegación" del padre:
Los padres, al entregar sus hijos a la escuela, están ejerciendo un deber y una obligación. En la sociedad en que vivimos esta delegación es obligatoria. El padre no elige entre mandar a su hijo o no mandarlo a la escuela. A lo sumo elige a qué escuela lo hará.

La "delegación" de la educación en manos de la escuela no es absoluta ya que, por un lado, los padres siguen educando a sus hijos y, por otro, no deben permanecer ajenos a lo que la escuela "hace" con sus hijos. La experiencia diaria muestra que muchos padres optan por la cómoda actitud de "lavarse las manos". La educación de los hijos es "un problema de la escuela". Para ellos mandar a sus hijos a la escuela es semejante a enviar un automóvil a una estación de servicio: lo guardan, lo limpian y lo engrasan y luego se lo devuelven.

Lo primero que los docentes observan es que toda tarea educativa se vuelve estéril si no es acompañada por los padres. Si los padres tiene un nivel cultural muy bajo, el aprendizaje de los hijos se hace más difícil y, lo que es mucho más grave aún, si los padres no valoran adecuadamente el aprendizaje, los hijos difícilmente se motiven por él.

Los valores que la escuela pretenda inculcar en sus alumnos no deberían estar en pugna con los que se viven en su casa. Si los padres opinan que en este mundo hay que avanzar pisando cabezas", mal podría la escuela tratar de infundir en el niño los valores de la solidaridad amor al prójimo.

Los padres eligen la escuela de sus hijos, pero, evidentemente, no se puede reducir su participación a la posibilidad de cambiarlos de escuela. Deben participar no sólo aceptando y adhiriendo a lo que la escuela hace sino además aportando su creatividad, sus sugerencias y opiniones y su trabajo para hacer una escuela mejor.

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