INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EDUCACIÓN
La motivación escolar es un proceso general por el cual se inicia y dirige una conducta hacia el logro de una meta. Este proceso involucra variables tanto cognitivas como afectivas: cognitivas en cuanto a las habilidades de pensamiento y conductas instrumentales para alcanzar las metas propuestas ; afectivas, en tanto que comprende elementos como la autovaloración o autoestima, el entusiasmo, el interés, etc.
Muchas corrientes de estudio
de variables motivacionales afectivas, y en particular el modelo de
autovaloración de Covington, postulan que la valoración propia que un
estudiante realiza se ve afectada por elementos como el rendimiento escolar y la
autopercepción de habilidad y de esfuerzo.
Entre ellos, la
autopercepción de habilidad es el elemento central, debido a que, en primer
lugar, existe una tendencia en los individuos por mantener alta su imagen,
estima o valor, que en el ámbito escolar significa mantener un concepto de
habilidad elevado; y en segundo lugar, el valor que el propio estudiante se
asigna es el principal activador del logro de la conducta, el eje de un proceso
de autodefinición y el mayor ingrediente para alcanzar el éxito.
Pero en este sentido, en el contexto escolar los profesores
suelen valorar más el esfuerzo que la habilidad. En otras palabras, mientras un
estudiante espera ser reconocido por su capacidad (que es importante para su
estima), en el salón de clases se reconoce su esfuerzo.
De lo
anterior se derivan tres tipos de estudiantes:
Los
orientados al dominio. Sujetos que tienen éxito escolar, se
consideran capaces, presentan alta motivación de logro y muestran confianza en
sí mismos.
Los que aceptan el
fracaso. Sujetos
derrotistas que presentan una imagen propia deteriorada y manifiestan un
sentimiento de desesperanza aprendido, es decir que han aprendido que el control
sobre el ambiente es sumamente difícil o imposible, y por lo tanto renuncian al
esfuerzo.
Los que
evitan el fracaso. Aquellos estudiantes que
carecen de un firme sentido de aptitud y autoestima y ponen poco esfuerzo en su
desempeño; para "proteger" su imagen ante un posible fracaso, recurren a
estrategias como la participación mínima en el salón de clases, retraso en la
realización de una tarea, trampas en los exámenes, etc.
El juego de valores habilidad/esfuerzo empieza a ser riesgoso para los alumnos, ya que si tienen éxito, decir que se invirtió poco o nada de esfuerzo implica brillantez, esto es, se es muy hábil. Cuando se invierte mucho esfuerzo no se ve el verdadero nivel de habilidad, de tal forma que esto no amenaza la estima o valor como estudiante. En este caso el sentimiento de orgullo y la satisfacción son grandes.
El empleo desmedido de estas estrategias trae como consecuencia un
deterioro en el aprendizaje, se está propenso a fracasar y se terminará
haciéndolo, tarde o temprano.
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